La electrificación de la logística ya no es una promesa: es un hecho. En 2025, la mayoría de fabricantes de carretillas apuestan de forma decidida por las baterías eléctricas. La cuestión que se plantean las empresas no es si conviene migrar de la combustión a lo eléctrico, sino qué tecnología de batería resulta más adecuada: litio o plomo-ácido.
El dilema trasciende lo técnico. Se trata de un debate financiero, operativo y estratégico que impacta en el coste total de propiedad (TCO), en la productividad diaria y en la sostenibilidad de la operación.
Dos tecnologías, dos filosofías
Las baterías de plomo-ácido llevan décadas dominando el mercado de la manipulación de materiales. Son conocidas, relativamente baratas en la compra inicial y con un ecosistema de servicio ya maduro.
Las baterías de litio, en cambio, representan la apuesta de futuro. Más ligeras, con cargas rápidas y sin necesidad de mantenimiento intensivo, responden mejor a la creciente presión por reducir tiempos muertos y optimizar turnos. Modelos como la Batería de Litio 24V 28Ah LI2 o la Batería de Litio 24V 36Ah ilustran esa nueva generación de soluciones compactas, diseñadas para flotas que buscan eficiencia sin comprometer la autonomía.
Coste real: inversión vs TCO
El precio de compra sigue siendo el argumento más repetido a favor del plomo-ácido. Una batería de este tipo cuesta menos que una de litio equivalente en capacidad. Pero limitar el análisis al importe inicial es un error frecuente.
El coste total de propiedad (TCO) ofrece una visión más realista:
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Plomo-ácido: requiere salas de carga específicas, ventilación adecuada, recambios periódicos y tiempos de enfriamiento tras la recarga. A ello se suma la necesidad de cambiar el electrolito y mantener niveles de agua.
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Litio: no precisa mantenimiento, permite cargas parciales sin deterioro y no necesita infraestructura compleja. Aunque la inversión inicial sea mayor, la vida útil más larga y la reducción de paradas compensan el diferencial.
Estudios de mercado muestran que, a lo largo de un ciclo de 5 a 7 años, el litio suele reducir el coste operativo entre un 20% y un 30% respecto al plomo-ácido, dependiendo del sector y la intensidad de uso.
Autonomía: de la teoría a la práctica
El rendimiento de cada tecnología se percibe en la jornada laboral:
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Plomo-ácido: ofrece buena autonomía en un turno, pero penaliza cuando la operación exige más horas. El proceso completo de carga y enfriamiento puede superar las ocho horas, lo que obliga a contar con baterías de recambio.
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Litio: permite cargas parciales (opportunity charging). En una pausa de 30 minutos, una batería de litio puede recuperar entre el 25% y el 30% de su capacidad, lo que habilita jornadas continuas con un solo pack.
En entornos de alta rotación, como la distribución alimentaria o el e-commerce, esa diferencia es crítica. Cada hora que una carretilla queda inmovilizada por carga o cambio de batería impacta directamente en la productividad.
Vida útil: cuántos ciclos resiste cada batería
El parámetro más claro para medir la durabilidad de una batería es el número de ciclos de carga completos que soporta antes de perder capacidad.
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Plomo-ácido: entre 1.200 y 1.500 ciclos completos. Con un uso intensivo, esto puede traducirse en 3 a 5 años de vida útil antes de una sustitución necesaria.
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Litio: hasta 3.000 ciclos o más, dependiendo de la química empleada (LiFePO4 es habitual en carretillas). Esto significa una vida útil que puede duplicar a la del plomo-ácido.
La consecuencia es evidente: mientras una flota con plomo-ácido necesitará al menos un recambio durante su ciclo de explotación, el litio suele cubrir toda la vida útil de la carretilla sin sustituciones.
Productividad y ergonomía: más allá de la batería
No solo se trata de euros y horas. El tipo de batería influye en la ergonomía y en la seguridad:
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Peso: el plomo-ácido es más pesado. En algunos modelos aporta estabilidad, pero también incrementa el esfuerzo de maniobra y el desgaste en suelos delicados.
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Emisiones y seguridad: el plomo-ácido libera gases durante la carga, lo que exige ventilación y protocolos de seguridad estrictos. El litio no genera emisiones y minimiza riesgos.
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Maniobrabilidad: las baterías de litio, más compactas, permiten diseños de carretillas más ágiles, algo relevante en pasillos estrechos y almacenes urbanos.
Impacto ambiental
El factor medioambiental ya forma parte de las decisiones de compra.
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El plomo-ácido es altamente reciclable, pero el proceso conlleva emisiones y consumo energético elevado.
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El litio aún enfrenta desafíos de reciclaje, aunque la normativa europea está acelerando la creación de plantas específicas y fijando cuotas de recuperación obligatoria.
En términos de uso, el litio ofrece claras ventajas: menor consumo energético, ausencia de gases y mayor eficiencia en la conversión de carga en trabajo útil.
Sectores y usos: ¿cuál conviene a cada empresa?
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Logística urbana y e-commerce: litio, por la necesidad de turnos largos y pausas cortas.
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Industria alimentaria: litio, por la operación en cámaras frigoríficas y la exigencia de cero emisiones.
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Construcción ligera y almacenes de materiales: plomo-ácido sigue siendo válido, especialmente si las jornadas son de un solo turno y el coste inicial pesa más que el TCO.
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Distribución mayorista tradicional: depende del volumen; con dos turnos o más, el litio suele ser más rentable.
Ejemplos de soluciones en litio de Ablacar
En el catálogo de Ablacar destacan dos modelos representativos de la nueva generación:
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Batería de Litio 24V 28Ah LI2: compacta, ideal para transpaletas y aplicaciones ligeras, diseñada para ofrecer recargas rápidas y fiabilidad en operaciones continuas.
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Batería de Litio 24V 36Ah: mayor capacidad, pensada para equipos que requieren un extra de autonomía sin penalizar el tiempo de carga.
Ambas se integran en soluciones que buscan reducir la dependencia de recambios y maximizar la disponibilidad de la flota.
Errores a evitar en la elección
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Mirar solo el precio de adquisición. La factura de energía y mantenimiento pesa más a medio plazo.
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No calcular las horas reales de uso. El litio despliega todo su potencial cuando la operación es intensiva.
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Descuidar la infraestructura. El plomo-ácido requiere sala de carga específica; el litio, en cambio, exige cargadores rápidos compatibles.
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Ignorar el valor residual. Las baterías de litio mantienen mejor su valor en el mercado de segunda mano.
El futuro: convergencia hacia el litio
Todo apunta a que, en los próximos cinco años, el litio será el estándar dominante en carretillas industriales. Las mejoras en costes de producción, el aumento de la densidad energética y la presión regulatoria en materia de emisiones y eficiencia empujan en esa dirección. El plomo-ácido seguirá presente, sobre todo en aplicaciones de bajo coste o en empresas que trabajan con un único turno y no justifican una inversión mayor.
Conclusión + CTA
El debate entre litio y plomo-ácido en carretillas no se resuelve con un número, sino con una visión global. La clave está en medir coste total de propiedad, autonomía y vida útil frente a la realidad de cada negocio. Para PYMES con operaciones intensivas, el litio ya no es un lujo: es una inversión rentable y sostenible.
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